domingo, 26 de octubre de 2008

La era de la sospecha

Por Mario Vargas Llosa
Para LA NACION

lanacion.com | Opinión | S�bado 25 de octubre de 2008

miércoles, 1 de octubre de 2008

OpiniónLa recesión es inexorable

Por Carlos Melconian

lanacion.com | Exterior | Mi�rcoles 1 de octubre de 2008
Pusilánimes

Por Mariano Grondona

lanacion.com | Exterior | Mi�rcoles 1 de octubre de 2008

jueves, 25 de septiembre de 2008

Admirar, temer o detestar al capitalismo

Por Mariano Grondona

lanacion.com | Opinión | Domingo 21 de setiembre de 2008

sábado, 13 de septiembre de 2008

Lecciones de Georgia

Por Mario Vargas Llosa
El País

lanacion.com | Opinión | S?do 13 de setiembre de 2008

martes, 9 de septiembre de 2008

el complejo proceso electoral de Estados Unidos

Comité exploratorio

Los posibles candidatos crean un comité Exploratorio, en el que reunen el apoyo financiero y una vez que cuentan con el apoyo financiero para su campaña, notifican su intencion para presentarse como candidatos a la presidencia por su partido. Terminado el primer paso se da lugar al segundo, en el cual estos posibles candidatos recorren el pais para la nominacion de su partido. (no necesariamente deben pertenecer a algun partido).
Estos candidatos deben reunir unos requisitos minimos como la edad, la ciudadania, ademas de demostrar que tiene como minimo un apoyo de la ciudadania estadounidense de votantes registrados por medio de firmas para calificar y aparecer en la boleta electoral.

caucus o elecciones primarias

En la mayoria de los estados, los partidos eligen a su candidato por medio de elecciones primarias y en muy pocos por medio del caucus. Como por ejemplo en Iowa donde la decisión se toma por votación abierta o referéndum en grupos pequeños, donde deciden a que candidato apoyar el candidato que gana hipotéticamente es el que mas apoyo recibe.
En las elecciones primarias no se vota directamente por los candidatos sino por los delegados que representan a ese candidato. El candidato que más delegados tenga ese se lleva el triunfo hipotetico. Este proceso se inicia en enero del mismo año de las elecciones. Y estas elecciones se dividen en:
Cerradas: cuando sólo pueden votar los electores registrados como miembros del partido. Será semi cerrada cuando también pueda votar, ya sea pública o de manera privada, cualquier seguidor declarado del partido.
Abiertas: cuando un elector registrado, sin importar su afiliación partidaria, puede votar por un candidato. En este sentido puede ser que muchos voten por el candidato más débil del partido que no quiere que gane para dar ventaja a su partido de afiliación.
Es semiabierta cuando el elector deja récord sobre quién votó y los partidos pueden tener acceso a él.
Run-off (Salida): la boleta de este tipo de primaria no está restringida a un solo partido, así que los dos candidatos más votados podrán avanzar a la elección general, no importando su afiliación.
Blanket(Manta): aunque ya no funciona más, Louisiana tiene una versión modificada de ésta. Este sistema permite que los electores voten por un candidato por cada cargo, sin importar a qué partido pertenecen.
En realidad, algunos estados mezclan los sistemas de votación; por ejemplo, en Virginia Occidental, las primarias republicanas están abiertas a los independientes, mientras que las democráticas son cerradas.

Esto no quiere decir que los candidatos ganadores en las Primarias sean los representantes definitivos de cada partido. “Este es el primer paso. La importancia de las Primarias y caucus es que reflejan la opinión de cada estado respecto al candidato Republicano y Demócrata que les gustaría corriera en la contienda final” El segundo paso son las Convenciones Electorales de los partidos, en estas se reunen los delegados de cada partidos por estados. Estos delegados se suponen que respetan a los candidatos que ellos representaron en los caucas o elecciones primarias. Sin embargo pueden cambiar sus votos en cualquier momento. Estas convenciones también tienen unos pasos que cumplir y solo después de algunos días se ven los resultados finales.

Después del caucus o elecciones primarias

Después de la convención, los candidatos se dedican, de tiempo completo a llevar a cabo sus campañas, consiguen el apoyo de senadores y legisladores de su mismo partido para que les ayuden a conseguir más dinero y más adeptos haciendo apariciones públicas en su nombre. Durante este período se hacen debates entre los candidatos de los diferentes partidos por radio y televisión y se comienza a ver su posición en los diferentes temas.
La CPD tiene que observar que estos debates tengan todos los requisitos legales, incluyendo los reglamentos de la FEC, que pide que los patrocinadores del debate no se salgan de los criterios bases. El propósito de estos criterios es identificar a aquellos candidatos que hayan alcanzado un nivel aceptable de apoyo del electorado a tal grado que sean los principales rivales hacia la presidencia. Ente los criterios está ser constitucionalmente elegible, tener acceso a la boleta electoral, tener por lo menos 15 por ciento del apoyo del electorado nacional, demostrado por las 5 organizaciones de encuestas públicas.

El Gran Martes

el presidente en realidad no es elegido directamente por el voto popular sino por los electores del Colegio Electoral.
El tamaño del Colegio Electoral ha sido de 538 electores desde 1964. La Constitución le asigna a cada estado un número de votos electorales igual a la suma de los representantes y senadores con los que ese estado cuente. El número de votos por cada estado es determinado por censo cada 10 años. Esto quiere decir que los estados con mayor densidad poblacional, tendrán mayor número de votos electorales.
El estado más densamente poblado, en este caso California, es el que tiene más asientos en el Congreso y más electores, por lo que sus votos electorales son de 55 frente a 34 de Texas y 31 de Nueva York.
El candidato presidencial que logre la mayor cantidad de votos directos (populares) en un estado, se queda con los votos electorales de ese estado. Por esta razón, los estados con más habitantes son los más preciados por los candidatos ya que acarrean mayor cantidad de votos electorales, como California, Nueva York, Florida e Illinois En cada elección presidencial se ponen en juego 538 votos electorales. Un candidato necesita un mínimo de 270 votos electorales para ser elegido presidente. Si bien cada candidato apunta a la obtención de la mayoría de votos populares, la meta final es ganar la mayor cantidad de estados, especialmente aquellos con el mayor número de votos electorales.
El presidente y el vice presidente deben alcanzar una mayoría de los votos electorales (270) para convertirse en ganadores, ya que de lo contrario, la Casa de Representantes elegirá al presidente, y el Senado seleccionará al vicepresidente. Los ganadores inaugurarán su mandato de cuatro años el 20 de enero de 2009. la asamblea de electores de cada estado se reúne y vota oficialmente por el presidente y vicepresidente.
Claves americanasLa "segunda guerra fría" y América latina

Por Andrés Oppenheimer

lanacion.com | Exterior | Martes 9 de setiembre de 2008

sábado, 23 de agosto de 2008

el choque de civilizaciones

"Mi hipótesis es que la fuente fundamental de conflicto en este nuevo mundo no será en principio ideológica o económica. Las grandes divisiones entre la humanidad y la fuente de conflicto dominante serán culturales. Los estados nación seguirán siendo los actores más poderosos para los asuntos exteriores, pero los principales conflictos de política global ocurrirán entre naciones y grupos pertenecientes a diferentes civilizaciones. El choque de civilizaciones dominará la política global. Las líneas de falla entre las civilizaciones serán las líneas de batalla del futuro. "
del libro " el choque de civilizaciones" de Samuel Phillips Huntington editado en 1993

sábado, 9 de agosto de 2008

NO HAY CHOQUE DE CIVILIZACIONES

Francis Fukuyama
Diez años atrás, Samuel Huntington sostuvo que las líneas de falla de la política mundial posterior a la Guerra Fría son principalmente culturales: hay un "choque de civilizaciones" definido por cinco o seis zonas culturales importantes que a veces coexisten, pero que nunca convergirán, porque carecen de valores compartidos.
Esto implica, entre otras cosas, que los ataques terroristas del 11 de septiembre y la respuesta liderada por los Estados Unidos deberían interpretarse como parte de una lucha más amplia entre civilizaciones, específicamente entre el islam y Occidente. Y que lo que nosotros, los occidentales, consideramos derechos humanos universales son un mero producto de la cultura europea, inaplicable para quienes no compartan esta tradición particular.
A mi entender, Huntington se equivoca por partida doble. Sir V.S. Naipaul, reciente ganador del Premio Nobel de Literatura, escribió cierta vez un artículo sobre "Nuestra civilización universal". Un título muy pertinente: después de todo, Naipaul es un escritor de ascendencia india, nacido y criado en Trinidad. Allí afirmaba que no sólo son aplicables los valores occidentales a todas las culturas, sino que él, personalmente, debía sus logros literarios precisamente a esa universalidad, que se adquiere cruzando las fronteras putativas de Huntington.
La universalidad es igualmente posible en un sentido más amplio, porque la fuerza primordial en la historia humana y la política mundial no es la pluralidad de culturas, sino el avance general de la modernización, cuyas expresiones institucionales son la democracia liberal y la economía de mercado.
El conflicto actual no es parte de un choque de civilizaciones; más bien, es sintomático de una acción de retaguardia por parte de quienes se sienten amenazados por la modernización y, en consecuencia, por su componente moral: el respeto por los derechos humanos.
Casi todos los derechos sustentados a lo largo de la historia dependen o han dependido de una de estas tres autoridades: Dios, el hombre o la naturaleza. Su fuente original, Dios o la religión, ha sido rechazada en Occidente desde los comienzos de la Ilustración. John Locke inicia su "Segundo discurso sobre el gobierno" con una extensa polémica contra Robert Filmer, que sostenía el derecho divino de los reyes. En otras palabras, el laicismo de la concepción occidental de los derechos constituye la raíz de la tradición liberal.
Esta parece ser, hoy por hoy, la divisoria principal entre el islam y Occidente porque muchos musulmanes rechazan el Estado laico. Pero antes de adherirnos a la idea de un choque irreductible entre civilizaciones, deberíamos preguntarnos, en primer lugar, por qué el liberalismo laico moderno surgió en Occidente. No es casual que hayan emergido ideas liberales en los siglos XVI y XVII cuando, en toda Europa, las luchas sangrientas entre sectas cristianas mostraban la imposibilidad de un consenso religioso que sirviera de base a la autoridad política. Hobbes, Locke y Montesquieu respondieron a los horrores de la Guerra de los Treinta Años, y otras contiendas, afirmando que era preciso separar la religión de la política para asegurar, ante todo y por sobre todo, la paz civil.
El islam enfrenta hoy un dilema similar. Los intentos de fusionar la política y la religión dividen a los musulmanes tal como dividieron a los cristianos en Europa. Nuestros políticos no son meramente oportunistas cuando insisten en que el conflicto actual no es con el islam: tienen razón. El islam es una religión extremadamente heterogénea que no reconoce ninguna fuente absoluta de interpretación doctrinal. El fundamentalismo intolerante es una alternativa para los musulmanes, pero el mundo islámico siempre tuvo que habérselas con la cuestión del laicismo y la necesidad de tolerancia religiosa, como lo demuestra el actual fermento reformista en la teocrática Irán.

Constitución y naturaleza

La segunda fuente de derechos -el principio, esencialmente positivista, de que un derecho es todo lo que una sociedad reconozca como tal por alguna vía constitucional- tampoco es garantía de tendencias liberalizadoras, pues conduce al relativismo cultural. Si, como da a entender Huntington, los derechos que sustentamos en Occidente emergieron exclusivamente de la crisis política de la cristiandad europea tras la Reforma protestante, ¿qué impide a otras sociedades apelar a sus tradiciones locales para negar esos derechos? El gobierno chino es muy hábil para manipular este argumento.
La última fuente de derechos es la naturaleza. En realidad, el lenguaje de los derechos naturales -postulado del modo más enérgico por los norteamericanos en el siglo XVIII- sigue modelando nuestro discurso moral.
Así, cuando decimos que raza, etnia, riqueza y género son características no esenciales, esto implica, obviamente, que creemos en la existencia de un substrato de "humanidad" que nos da derecho a una protección igual contra determinados tipos de conducta por parte de otros grupos o Estados. Esta creencia es la razón última para rechazar los argumentos culturales que pretendan subordinar algún sector de una sociedad (por ejemplo, las mujeres). Más aún, la difusión de las instituciones democráticas en contextos no europeos, en las últimas décadas del siglo XX, indica que ella no es exclusiva de los occidentales.
Pero si los derechos humanos son, en verdad, universales, ¿no deberíamos exigir su implementación en todo tiempo y lugar? En su Ética a Nicómaco , Aristóteles sostiene que las reglas naturales de justicia existen, pero su aplicación exige flexibilidad y prudencia. Eso sigue siendo válido en nuestros días. Debemos distinguir entre una creencia teórica en la universalidad de los derechos humanos y el apoyo efectivo y habitual que reciben en el mundo entero, ya que nuestra "humanidad" compartida se moldea en diversos entornos sociales y, por ende, nuestra percepción de los derechos difiere.
En muchas sociedades tradicionales con opciones y oportunidades de vida limitadas, la visión individualista occidental de los derechos es sumamente irritante. Esto se explica porque el concepto occidental no puede ser abstraído del proceso más vasto de la modernización. Razonar de otro modo es poner el carro delante del caballo. Nuestro compromiso con la universalidad de los derechos humanos constituye tan sólo una parte del complejo contexto de una civilización universal, del que no podemos excluir la comprensión de los otros elementos de las sociedades modernas: la justicia económica y la democracia política.

Francis Fukuyama, autor de El fin de la historia y el último hombre, es profesor de economía política internacional en la Universidad Johns Hopkins. Publicado en La Nación, Argentina, noviembre 2001.