viernes, 22 de febrero de 2013

Replantear la idea del estado como necesidad

¿ Pueden existir las carreteras, autopistas, escuelas y hospitales sin que exista el estado? aunque se sorprenda la respuesta es afirmativa.
   Yo se que le resulta difícil imaginarse vivir sin estado, más aun si es un habitante de Argentina, donde el estado interviene en la vida de las personas en detalles tan mínimos como controlar el automovil que usa, que hace con su salario, vigila cuanto gasta a diario en el transporte público, además de su alimentación, en que divisa ahorra y el origen de su vestimenta y equipos electrónicos.
    Ahora bien, su creencia en la necesidad de contar con el estado se asimila a la creencia religiosa en Europa occidental a principios del siglo XVI. La vida estaba supeditada al pensamiento divino,  a los mandamientos de dios. Este, a través de sus representantes en la tierra, tales como papas, obispos y monarcas, imponían a las personas como debían actuar en sus vidas, y todo aquel que no se  regía moralmente de esta forma podía ser discriminado, encerrado o asesinado bajo el pretexto  de ser una persona "inmoral", enfermo o estar poseído por el diablo. Estas personas, victimas de esos maltratos podían ser homosexuales, tener otra religión o ser de otra etnia a la dominante.
    El ciudadano, trabajador, como un artesano, zapatero o tendero no rechazaban estas persecuciones y asesinatos, sino todo lo contrario, lo aceptaban, estaban de acuerdo. Creían que la iglesia los protegía de estos "inmorales".
   Hoy en el siglo XXI, sabemos que un ateo puede ser tan  exitoso como un religioso. Ya no es necesario creer en dios para seguir el sendero correcto, sino la determinación del individuo por desarrollarse.
    Hasta aquí hemos visto como  la imposición moral sobre los individuos por parte del estado se transforma de un método de violencia descarada, sin temor a usarlo abiertamente, a otro método de violencia oculta a través de una burocracia profesional.
    Prosigo dejando de lado la imposición moral, y continuo con los servicios e infraestructura que "presta" el estado a "su" sociedad civil.
    si no exitiese  el estado, las carreteras, autopistas,escuelas, hopitales y otras infraestructuras serian construidos por privados. ¿No me cree? pero, si existen hospitales, escuelas y autopistas privadas. Además, el estado para construir sus edificios educativos y sanitarios, o tal vez calles para sus habitantes contrata a empresas privadas.
    Ahora te preguntas quien establecería y regularía los precios y productos. Sin un estado controlador crees que el productor se aprovecharía en venderte  la mercancía en un precio muy alto y de muy baja calidad. ¿pero usted compraría un producto en estas condiciones?. En un libre mercado no tiene  un solo oferente, sino a varios, quienes competirían por sastifacer su demanda, obviamente a cambio de dinero,  fabricando productos al mejor precio y calidad.
    En este breve texto podemos observar, por un lado,  la imposición del estado sobre el individuo. Por otro lado, vemos los innecesarios servicios que ofrece el estado, muchas veces son defectuosos y caros.
    En una sociedad que se rige por el libre mercado, no existe la imposicion, el individuo no es obligado a pagar lo que no va a consumir, ni a consumir lo que no desea. Por lo tanto las personas no pagan impuestos, no subvencionan ningún tipo de servicios, solo pagará por aquello que utilizará, exigiendo buena calidad.
   Sin embargo, este ensayo no apunta a eliminar al estado, sino a replantearnos si es necesario un estado hipergrande que crece a diario entrometiendose cada vez más en nuestras vidas.
   
                                                       
                             
                                                                          Por Sebastián Martin Lorizzo

domingo, 26 de octubre de 2008

La era de la sospecha

Por Mario Vargas Llosa
Para LA NACION

lanacion.com | Opinión | S�bado 25 de octubre de 2008

miércoles, 1 de octubre de 2008

OpiniónLa recesión es inexorable

Por Carlos Melconian

lanacion.com | Exterior | Mi�rcoles 1 de octubre de 2008
Pusilánimes

Por Mariano Grondona

lanacion.com | Exterior | Mi�rcoles 1 de octubre de 2008

jueves, 25 de septiembre de 2008

Admirar, temer o detestar al capitalismo

Por Mariano Grondona

lanacion.com | Opinión | Domingo 21 de setiembre de 2008

sábado, 13 de septiembre de 2008

Lecciones de Georgia

Por Mario Vargas Llosa
El País

lanacion.com | Opinión | S?do 13 de setiembre de 2008

martes, 9 de septiembre de 2008

el complejo proceso electoral de Estados Unidos

Comité exploratorio

Los posibles candidatos crean un comité Exploratorio, en el que reunen el apoyo financiero y una vez que cuentan con el apoyo financiero para su campaña, notifican su intencion para presentarse como candidatos a la presidencia por su partido. Terminado el primer paso se da lugar al segundo, en el cual estos posibles candidatos recorren el pais para la nominacion de su partido. (no necesariamente deben pertenecer a algun partido).
Estos candidatos deben reunir unos requisitos minimos como la edad, la ciudadania, ademas de demostrar que tiene como minimo un apoyo de la ciudadania estadounidense de votantes registrados por medio de firmas para calificar y aparecer en la boleta electoral.

caucus o elecciones primarias

En la mayoria de los estados, los partidos eligen a su candidato por medio de elecciones primarias y en muy pocos por medio del caucus. Como por ejemplo en Iowa donde la decisión se toma por votación abierta o referéndum en grupos pequeños, donde deciden a que candidato apoyar el candidato que gana hipotéticamente es el que mas apoyo recibe.
En las elecciones primarias no se vota directamente por los candidatos sino por los delegados que representan a ese candidato. El candidato que más delegados tenga ese se lleva el triunfo hipotetico. Este proceso se inicia en enero del mismo año de las elecciones. Y estas elecciones se dividen en:
Cerradas: cuando sólo pueden votar los electores registrados como miembros del partido. Será semi cerrada cuando también pueda votar, ya sea pública o de manera privada, cualquier seguidor declarado del partido.
Abiertas: cuando un elector registrado, sin importar su afiliación partidaria, puede votar por un candidato. En este sentido puede ser que muchos voten por el candidato más débil del partido que no quiere que gane para dar ventaja a su partido de afiliación.
Es semiabierta cuando el elector deja récord sobre quién votó y los partidos pueden tener acceso a él.
Run-off (Salida): la boleta de este tipo de primaria no está restringida a un solo partido, así que los dos candidatos más votados podrán avanzar a la elección general, no importando su afiliación.
Blanket(Manta): aunque ya no funciona más, Louisiana tiene una versión modificada de ésta. Este sistema permite que los electores voten por un candidato por cada cargo, sin importar a qué partido pertenecen.
En realidad, algunos estados mezclan los sistemas de votación; por ejemplo, en Virginia Occidental, las primarias republicanas están abiertas a los independientes, mientras que las democráticas son cerradas.

Esto no quiere decir que los candidatos ganadores en las Primarias sean los representantes definitivos de cada partido. “Este es el primer paso. La importancia de las Primarias y caucus es que reflejan la opinión de cada estado respecto al candidato Republicano y Demócrata que les gustaría corriera en la contienda final” El segundo paso son las Convenciones Electorales de los partidos, en estas se reunen los delegados de cada partidos por estados. Estos delegados se suponen que respetan a los candidatos que ellos representaron en los caucas o elecciones primarias. Sin embargo pueden cambiar sus votos en cualquier momento. Estas convenciones también tienen unos pasos que cumplir y solo después de algunos días se ven los resultados finales.

Después del caucus o elecciones primarias

Después de la convención, los candidatos se dedican, de tiempo completo a llevar a cabo sus campañas, consiguen el apoyo de senadores y legisladores de su mismo partido para que les ayuden a conseguir más dinero y más adeptos haciendo apariciones públicas en su nombre. Durante este período se hacen debates entre los candidatos de los diferentes partidos por radio y televisión y se comienza a ver su posición en los diferentes temas.
La CPD tiene que observar que estos debates tengan todos los requisitos legales, incluyendo los reglamentos de la FEC, que pide que los patrocinadores del debate no se salgan de los criterios bases. El propósito de estos criterios es identificar a aquellos candidatos que hayan alcanzado un nivel aceptable de apoyo del electorado a tal grado que sean los principales rivales hacia la presidencia. Ente los criterios está ser constitucionalmente elegible, tener acceso a la boleta electoral, tener por lo menos 15 por ciento del apoyo del electorado nacional, demostrado por las 5 organizaciones de encuestas públicas.

El Gran Martes

el presidente en realidad no es elegido directamente por el voto popular sino por los electores del Colegio Electoral.
El tamaño del Colegio Electoral ha sido de 538 electores desde 1964. La Constitución le asigna a cada estado un número de votos electorales igual a la suma de los representantes y senadores con los que ese estado cuente. El número de votos por cada estado es determinado por censo cada 10 años. Esto quiere decir que los estados con mayor densidad poblacional, tendrán mayor número de votos electorales.
El estado más densamente poblado, en este caso California, es el que tiene más asientos en el Congreso y más electores, por lo que sus votos electorales son de 55 frente a 34 de Texas y 31 de Nueva York.
El candidato presidencial que logre la mayor cantidad de votos directos (populares) en un estado, se queda con los votos electorales de ese estado. Por esta razón, los estados con más habitantes son los más preciados por los candidatos ya que acarrean mayor cantidad de votos electorales, como California, Nueva York, Florida e Illinois En cada elección presidencial se ponen en juego 538 votos electorales. Un candidato necesita un mínimo de 270 votos electorales para ser elegido presidente. Si bien cada candidato apunta a la obtención de la mayoría de votos populares, la meta final es ganar la mayor cantidad de estados, especialmente aquellos con el mayor número de votos electorales.
El presidente y el vice presidente deben alcanzar una mayoría de los votos electorales (270) para convertirse en ganadores, ya que de lo contrario, la Casa de Representantes elegirá al presidente, y el Senado seleccionará al vicepresidente. Los ganadores inaugurarán su mandato de cuatro años el 20 de enero de 2009. la asamblea de electores de cada estado se reúne y vota oficialmente por el presidente y vicepresidente.
Claves americanasLa "segunda guerra fría" y América latina

Por Andrés Oppenheimer

lanacion.com | Exterior | Martes 9 de setiembre de 2008

sábado, 23 de agosto de 2008

el choque de civilizaciones

"Mi hipótesis es que la fuente fundamental de conflicto en este nuevo mundo no será en principio ideológica o económica. Las grandes divisiones entre la humanidad y la fuente de conflicto dominante serán culturales. Los estados nación seguirán siendo los actores más poderosos para los asuntos exteriores, pero los principales conflictos de política global ocurrirán entre naciones y grupos pertenecientes a diferentes civilizaciones. El choque de civilizaciones dominará la política global. Las líneas de falla entre las civilizaciones serán las líneas de batalla del futuro. "
del libro " el choque de civilizaciones" de Samuel Phillips Huntington editado en 1993

sábado, 9 de agosto de 2008

NO HAY CHOQUE DE CIVILIZACIONES

Francis Fukuyama
Diez años atrás, Samuel Huntington sostuvo que las líneas de falla de la política mundial posterior a la Guerra Fría son principalmente culturales: hay un "choque de civilizaciones" definido por cinco o seis zonas culturales importantes que a veces coexisten, pero que nunca convergirán, porque carecen de valores compartidos.
Esto implica, entre otras cosas, que los ataques terroristas del 11 de septiembre y la respuesta liderada por los Estados Unidos deberían interpretarse como parte de una lucha más amplia entre civilizaciones, específicamente entre el islam y Occidente. Y que lo que nosotros, los occidentales, consideramos derechos humanos universales son un mero producto de la cultura europea, inaplicable para quienes no compartan esta tradición particular.
A mi entender, Huntington se equivoca por partida doble. Sir V.S. Naipaul, reciente ganador del Premio Nobel de Literatura, escribió cierta vez un artículo sobre "Nuestra civilización universal". Un título muy pertinente: después de todo, Naipaul es un escritor de ascendencia india, nacido y criado en Trinidad. Allí afirmaba que no sólo son aplicables los valores occidentales a todas las culturas, sino que él, personalmente, debía sus logros literarios precisamente a esa universalidad, que se adquiere cruzando las fronteras putativas de Huntington.
La universalidad es igualmente posible en un sentido más amplio, porque la fuerza primordial en la historia humana y la política mundial no es la pluralidad de culturas, sino el avance general de la modernización, cuyas expresiones institucionales son la democracia liberal y la economía de mercado.
El conflicto actual no es parte de un choque de civilizaciones; más bien, es sintomático de una acción de retaguardia por parte de quienes se sienten amenazados por la modernización y, en consecuencia, por su componente moral: el respeto por los derechos humanos.
Casi todos los derechos sustentados a lo largo de la historia dependen o han dependido de una de estas tres autoridades: Dios, el hombre o la naturaleza. Su fuente original, Dios o la religión, ha sido rechazada en Occidente desde los comienzos de la Ilustración. John Locke inicia su "Segundo discurso sobre el gobierno" con una extensa polémica contra Robert Filmer, que sostenía el derecho divino de los reyes. En otras palabras, el laicismo de la concepción occidental de los derechos constituye la raíz de la tradición liberal.
Esta parece ser, hoy por hoy, la divisoria principal entre el islam y Occidente porque muchos musulmanes rechazan el Estado laico. Pero antes de adherirnos a la idea de un choque irreductible entre civilizaciones, deberíamos preguntarnos, en primer lugar, por qué el liberalismo laico moderno surgió en Occidente. No es casual que hayan emergido ideas liberales en los siglos XVI y XVII cuando, en toda Europa, las luchas sangrientas entre sectas cristianas mostraban la imposibilidad de un consenso religioso que sirviera de base a la autoridad política. Hobbes, Locke y Montesquieu respondieron a los horrores de la Guerra de los Treinta Años, y otras contiendas, afirmando que era preciso separar la religión de la política para asegurar, ante todo y por sobre todo, la paz civil.
El islam enfrenta hoy un dilema similar. Los intentos de fusionar la política y la religión dividen a los musulmanes tal como dividieron a los cristianos en Europa. Nuestros políticos no son meramente oportunistas cuando insisten en que el conflicto actual no es con el islam: tienen razón. El islam es una religión extremadamente heterogénea que no reconoce ninguna fuente absoluta de interpretación doctrinal. El fundamentalismo intolerante es una alternativa para los musulmanes, pero el mundo islámico siempre tuvo que habérselas con la cuestión del laicismo y la necesidad de tolerancia religiosa, como lo demuestra el actual fermento reformista en la teocrática Irán.

Constitución y naturaleza

La segunda fuente de derechos -el principio, esencialmente positivista, de que un derecho es todo lo que una sociedad reconozca como tal por alguna vía constitucional- tampoco es garantía de tendencias liberalizadoras, pues conduce al relativismo cultural. Si, como da a entender Huntington, los derechos que sustentamos en Occidente emergieron exclusivamente de la crisis política de la cristiandad europea tras la Reforma protestante, ¿qué impide a otras sociedades apelar a sus tradiciones locales para negar esos derechos? El gobierno chino es muy hábil para manipular este argumento.
La última fuente de derechos es la naturaleza. En realidad, el lenguaje de los derechos naturales -postulado del modo más enérgico por los norteamericanos en el siglo XVIII- sigue modelando nuestro discurso moral.
Así, cuando decimos que raza, etnia, riqueza y género son características no esenciales, esto implica, obviamente, que creemos en la existencia de un substrato de "humanidad" que nos da derecho a una protección igual contra determinados tipos de conducta por parte de otros grupos o Estados. Esta creencia es la razón última para rechazar los argumentos culturales que pretendan subordinar algún sector de una sociedad (por ejemplo, las mujeres). Más aún, la difusión de las instituciones democráticas en contextos no europeos, en las últimas décadas del siglo XX, indica que ella no es exclusiva de los occidentales.
Pero si los derechos humanos son, en verdad, universales, ¿no deberíamos exigir su implementación en todo tiempo y lugar? En su Ética a Nicómaco , Aristóteles sostiene que las reglas naturales de justicia existen, pero su aplicación exige flexibilidad y prudencia. Eso sigue siendo válido en nuestros días. Debemos distinguir entre una creencia teórica en la universalidad de los derechos humanos y el apoyo efectivo y habitual que reciben en el mundo entero, ya que nuestra "humanidad" compartida se moldea en diversos entornos sociales y, por ende, nuestra percepción de los derechos difiere.
En muchas sociedades tradicionales con opciones y oportunidades de vida limitadas, la visión individualista occidental de los derechos es sumamente irritante. Esto se explica porque el concepto occidental no puede ser abstraído del proceso más vasto de la modernización. Razonar de otro modo es poner el carro delante del caballo. Nuestro compromiso con la universalidad de los derechos humanos constituye tan sólo una parte del complejo contexto de una civilización universal, del que no podemos excluir la comprensión de los otros elementos de las sociedades modernas: la justicia económica y la democracia política.

Francis Fukuyama, autor de El fin de la historia y el último hombre, es profesor de economía política internacional en la Universidad Johns Hopkins. Publicado en La Nación, Argentina, noviembre 2001.

miércoles, 25 de abril de 2007

'En el chavismo no puede estar el futuro de Latinoamérica

eltiempo.com / tiempoimpreso / edicionimpresa /lecturas
31 de Marzo de 2007

'En el chavismo no puede estar el futuro de Latinoamérica', según el ensayista Francis Fukuyama

Al principio de la carrera política de Hugo Chávez, el presidente de Venezuela atacó mi idea de que la democracia liberal junto con la economía de mercado representaba la última evolución de la sociedad moderna, "el fin de la historia". Cuando le preguntaron qué había más allá del fin de la historia, respondió con una palabra: "chavismo".
La idea de que la Venezuela contemporánea representa un modelo social superior a la democracia liberal es absurda. En sus 8 años como presidente, Chávez ha capitalizado la riqueza petrolera de su país para tomar el control del Congreso, los tribunales, los sindicatos, las comisiones electorales y la empresa nacional petrolera. Hay propuesta una legislación que limitaría el financiamiento extranjero y que pronto también pudiera estrangular a las organizaciones no gubernamentales. Y la gente que firmó a favor de un referendo revocatorio en el 2004 se quedó sin trabajo.
El éxito de Chávez en atraer la atención -haciéndose amigo de Fidel Castro, firmando acuerdos de compra de armas con Rusia, visitando a Irán y criticando incesantemente a E.U.- ha popularizado la idea de que el chavismo encarna un nuevo futuro para América Latina. Al preservar algunas libertades, incluyendo una prensa relativamente libre y elecciones seudodemocráticas, ha desarrollado lo que algunos observadores llaman una dictadura postmoderna, ni plenamente democrática ni plenamente totalitaria, un híbrido de izquierda que disfruta de una legitimidad nunca conseguida por la Cuba de Castro o por la URSS.
En realidad, América Latina ha presenciado un viraje hacia esta izquierda postmoderna en algunos países, incluyendo a Bolivia, donde Evo Morales, espíritu afín a Chávez, ganó la presidencia el año pasado.Sin embargo, las tendencias dominantes en el hemisferio son fundamentalmente positivas. La democracia se está fortaleciendo y las reformas políticas y económicas que se están emprendiendo auguran un bien para el futuro.Venezuela no es un modelo para la región. Su camino es único, es el producto de una maldición de recursos naturales que la hace más comparable con Irán y con Rusia que con ninguno de sus vecinos de América Latina. El chavismo no es el futuro de América Latina. Si es algo, es su pasado. ¿Cómo terminó Venezuela en esa situación? La respuesta es petróleo, petróleo, petróleo.
El moderno orden político del país se negoció en un hotel de Miami en 1958 por dirigentes de los dos partidos políticos tradicionales; el pacto resultante creó una democracia viable que proporcionó estabilidad durante cuatro décadas. Pero la estabilidad política no significa una buena orientación económica. Con el crecimiento de los ingresos petroleros durante los 70, Venezuela se vio exenta de la necesidad de crear una moderna economía no petrolera. Las mercancías que el país había exportado -como café y azúcar-pronto languidecieron. Y en vez de fomentar la movilidad social o fuertes instituciones públicas, los dos partidos compraron la paz social distribuyendo las rentas petroleras mediante subsidios, empleosgubernamentales y padrinazgo político.
Venezuela no sufrió la crisis de la deuda latinoamericana en los 80, trauma que en países como Brasil, México y Perú vacunó contra una recaída en las peores formas del populismo económico. En vez de eso, Venezuela experimentó una desastrosa disminución en los estándares de vida en lo que los precios del petróleo cayeron durante los 80.
El país nunca había sido parte de la economía global -fuera del sector energético- y no tenía industrias competitivas en las que apoyarse. Chávez y otros en la izquierda les echaron la culpa de los problemas deVenezuela a la globalización y a las políticas económicas 'neoliberales', pero con la breve excepción de la apertura intentada por el presidente Carlos Andrés Pérez a fines de los 80 y principios de los 90, el país nunca trató verdaderamentede globalizar su economía.
Hay más continuidad entre las eras pre-Chávez y Chávez que las que los partidarios de ambas quisieran admitir. Una vez más, el reciente aumento de los precios del petróleo ha eximido a Venezuela de las leyes de la economía.
El gobierno de Chávez ha impuesto una larga serie de regulaciones controlando el cambio de moneda, estableciendo precios, limitando la capacidad de los empleadores de contratar y despedir, y forzando acuerdos comerciales y de inversiones basados en consideraciones políticas, todo lo que socava todavía más el débil sector privado venezolano. Sin embargo, debido a sus astronómicos ingresos petroleros, la economía ha crecido fuertemente en los últimos dos años. La irrracionalidad de la economía chavista no se va a sentir hasta que los precios del petróleo no bajen.
La peculiar historia de Venezuela muestra por qué Chávez no representa el futuro de la región. Países como Brasil, México y Perú, que carecen de los recursos petroleros de Venezuela, saben que no pueden progresar sobre la base de esas políticas inefectivas; han experimentado con ellas y se han quemado. No es un accidente que el autoritarismo postmoderno haya tenido más éxito en ricos países petroleros como Irán, Rusia y Venezuela. Mientras que Morales aspira a ser otro Chávez, pronto se va a dar cuenta de que el gas natural de su país no es una mercancía fungible como el crudo de Venezuela. El único verdadero cliente de Morales es Brasil, al que ya ha enajenado con su nacionalización de las inversiones brasileñas en el sector energético de Bolivia.
Las fuerzas políticas dominantes en América Latina, a tiempo que traen al poder una nueva generación de políticos de izquierda, van en contra de las de Venezuela. Ahora los bancos centrales y ministerios de finanzas de la región son mucho más capaces de mantener políticas monetarias y fiscales sanas, e inclusive presidentes inclinados a la izquierda, como el brasileño Lula y el argentino Kirchner, no son partidarios de apartarse de la ortodoxia económica.
En vez de politizar las instituciones como ha hecho Chávez, México ha independizado políticamente al Tribunal Supremo y al Instituto Electoral Federal. Brasil y Colombia han aumentado la autonomía de los gobiernos locales, permitiendo experimentos en presupuestos y educación; y Brasil y México han adoptado programas para aumentar los ingresos de los pobres, a la vez que les ofrecen incentivos para mantener a los muchachos en el colegio.
Ya hay signos de un rechazo contra Chávez. Al tiempo que el presidente venezolano ataca la interferencia estadounidense en la política latina, ha tratado de alentar aliados populistas como Ollanta Humala en Perú y Manuel López Obrador, en México. Los vecinos de Venezuela se resienten con esto y los electores han castigado a los candidatos chavistas. En realidad, Chávez puede haberle costado la presidencia de México a López Obrador, pues los votos perdidos por antipatía a la interferencia de Venezuela posiblemente excedan el pequeño margen por el que perdió las elecciones.
La popularidad de Chávez entre los pobres de Venezuela se basa en sus políticas sociales. Ha emprendido iniciativas innovadoras, como una red de clínicas de salud, en los barrios de bajos ingresos, donde médicos cubanos tratan a los pobres. Ha creado programas subsidiados de alimentos, que igualan los precios pagados por ricos y pobres. Y ha intentado distribuir tierras a los campesinos. Algunas de esas iniciativas satisfacen necesidades sociales apremiantes y debían haber sido emprendidas desde hace mucho; otras, como los subsidios a los alimentos,serán difíciles de mantener sin los altos precios del petróleo.
Una respuesta al chavismo debe reconocer que el populismo está impulsado por desigualdades sociales reales. Los partidarios de libertad económica y política en América Latina frecuentemente son reticentes a los grandes experimentos de política social, percibiéndolos como vía hacia inflados estados de bienestar e ineficiencia económica. Pero el libre comercio, por sí solo, no va a satisfacer las demandas de los pobres, y los políticos democráticos deben ofrecer políticas sociales realistas y competitivas.
A la política social, desafortunadamente, le es difícil acertar. A menos que cree incentivos para que los pobres se ayuden a sí mismos, puede convertirse en un derecho, que crea dependencia y déficit fiscal incontrolable. En Brasil, el gobierno de Lula se apoderó de un programa de transferencia de ingresos a los pobres, pero en el proceso debilitó los procedimientos coercitivos que obligaban a mantener los niños en el colegio. Y las políticas de mercado no son una panacea. Aun Chile, que tiene un extenso programa de educación privada de gran nivel, presenció protestas estudiantiles, debido a la calidad de las escuelas públicas.
Los gobiernos democráticos en América Latina deben trabajar pacientemente elevando la calidad de sus instituciones, mejorando cosas tan simples como conceder licencias para comercios, hacer respetar las reclamaciones sobre propiedad y controlar el crimen. No hay soluciones fáciles, frecuentemente se requieren experimentos a nivel local, como el 'presupuesto participatorio' de la ciudad brasileña de Porto Alegre, iniciativa de principios de los 90, que abrió el proceso presupuestario a grupos de sociedad civil y forzó a los políticos a mostrar adónde iba el dinero. La mala administración pública debilita el crecimiento y les quita legitimidad a las instituciones democráticas, abriendo camino a giros violentos y reacciones desmedidas.
En diciembre colapsó un puente que unía la capital a Caracas con su aeropuerto, desviando el tráfico hacia las montañas y convirtiendo un viaje de 45 minutos en uno de varias horas. Ahora, una carretera de emergencia de 2 vías sostiene el tráfico; la renovación del puente demorará meses. El puente es el epítome de lo que pasa en la Venezuela de hoy. Mientras Chávez va en avión de propulsión a Minsk y Teherán, en busca de influencia y prestigio, las infraestructuras del país colapsan.
El autoritarismo posmoderno de la Venezuela de Chávez durará sólo mientras se mantengan alto el precio del petróleo. Sin embargo, muestra un reto claro al totalitarismo, porque permite elecciones democráticas y atiende necesidades sociales reales. Aquí, en una conferencia reciente de líderesde negocios, presencié cómo muchos oradores criticaban abiertamente a Chávez; sus señalamientos fueron citados en los medios. No hay un estado policíaco en Venezuela, por ahora al menos. El chavismo permanece como amenaza. Pero no encarna necesariamente el futuro de América Latina, si los demócratas de la región pueden reducir las desigualdades económicas mediante políticas sociales innovadoras y hábiles. Por supuesto, esos procesos no significarán el fin de la historia sino simplemente el fin del chavismo.

FRANCIS FUKUYAMA
Profesor de economía política de la Escuela de Estudios Internacionales Avanzados de la Universidad John Hopkins.

Tomado de 'The Washington Post'
Traducido por EA Rivero y AR